Hay algo de hermoso en saber, de forma consciente, que te has subido al último árbol de todos. Puedes mirar al horizonte con la serenidad que te da la madurez, puedes jactarte de que la escalera la pagaste con tu esfuerzo, puedes ser consciente de lo que en su momento significaron para ti esos árboles. Entonces, ¿por qué hay tanta gente a la que le supone un problema asumir que se han subido al último árbol, por última vez? ¿Por qué admiramos e incluso imitamos ese vano tesón por disimular el hecho de que sólo los niños se suben a los árboles por puro placer, y que los adultos están mejor con los pies en la tierra? ¿Por qué es tan difícil asumir con dignidad el paso del tiempo?