Los críticos de Vox exigen primarias para sustituir a la cúpula nacional

AD/EP.- Se cuentan ya por cientos las bajas de afiliados en Vox desde la debacle electoral del 26 de mayo. Evaporadas ya las expectativas que existían antes de las generales, cuando parecía que el crecimiento electoral del partido no tenía techo, lo que se teme ahora es que Vox siga el camino emprendido por la UPyD de Rosa Díez, que pasó 1,1 millones de votos y de tener cuatro eurodiputados a la desaparición en apenas nueve años. Si ayer era José María Marco, candidato en la lista de Rocío Monasterio, quien anunciaba que no recogería su acta de diputado en la Asamblea de Madrid, hoy ha sido la abogada Yobana Carril quien decide irse a casa. Diez concejales electos de Vox han decidido que se alejan de la disciplina del partido. Todo indica que la cifra irá en aumento. Más de 10.000 militantes de Vox han causado baja en las dos últimas semanas. En Marbella abandonaron ayer la formación, de una tacada, nada menos que 52 afiliados.

El sector crítico de Vox, cuya cara más visible en Málaga es Antonio Calle, ha dado un paso al rente hoy al exigirle a la dirección nacional su dimisión y la constitución de una gestora que convoque primarias. «Quien no quiera ver que el partido se derrumba es que vive en otro mundo», señala. Se pretende desde Málaga mancomunar a los críticos de toda España para establecer la estrategia a seguir.

El «varapalo» en la cita de las autonómicas y municipales fue de tal calibre (se perdieron dos tercios de los votos obtenidos en las generales), que los críticos coinciden en la necesidad de que se asuman ya responsabilidades con una dimisión en bloque del núcleo madrileño de amigos que «controla el partido como si de un cortijo privado se tratase».

Su exigencia es clara y pasaría porque una gestora tome el timón del partido para, después del verano, convocar un congreso para que Vox vuelva a ser un «espacio colectivo de ilusión». Calle cree que cada día suman más los militantes críticos decididos a sumar fuerzas para intentar recomponer un proyecto que consideran fundamental para España.

Los críticos cuestionan ya abiertamente que Abascal sea la persona idónea para estar al frente de la organización dadas sus muchas carencias. Como ha sido apuntado hoy por algunas voces disidentes en El País, la cúpula, cuyas caras más conocidas son Santiago Abascal, Iván Espinosa de los Monteros, Rocío Monasterio y Javier Ortega Smith, toma decisiones unidireccionales y es poco permeable a las opiniones externas. Los candidatos son elegidos a dedo y el partido oculta la identidad de los miembros del comité de garantías, el que resuelve las disputas.

Esta forma de funcionar lastró al partido el 26 de mayo, según las fuentes consultadas. Si en las elecciones generales del 28 de abril Vox sacó en Madrid el 13,9% de los votos (520.417), en las municipales solo obtuvo en la región un 7,67% (248.628), y en las autonómicas un 8,86% (285.099). Es verdad que el voto local es muy distinto al nacional porque prima la persona sobre las siglas, y Vox tenía pocas caras conocidas. Pero el partido no invirtió en esas personas que estaban haciendo ese trabajo arduo en calles y barrios. “Les importamos un bledo”, dice Pepita Medina, la excoordinadora de Vox en Campo Real (6.075 habitantes).

Los afiliados que, como Medina o Moleón, que pretendían construir desde la base una estructura de partido, chocaron con un ente monolítico en las alturas que tomaba sus propias decisiones al margen de cualquier opinión externa. “Cuando pensamos que la gente que había estado trabajando estaría al frente nos encontramos con que daban preferencia a personas que venían del PP o cercanas a ellos”, cuenta Daniel Molina, expresidente de Vox en Toledo. Los correos al comité de garantías, los mensajes y llamadas a los líderes suelen caer en saco roto, dicen estas fuentes. “Dan la callada por respuesta”, dice Medina, que se salió del partido en abril porque se sentía despreciada.

El golpe definitivo a las aspiraciones de democracia en el partido llegó el 23 de febrero, cuando Vox cambió sus estatutos para suprimir las primarias, de modo que la cúpula elegiría a los candidatos en alcaldías y autonomías. Abascal justificó que así evitaba la llegada de arribistas. Sin embargo, los críticos dicen que él trajo a los suyos bajo el brazo. “Dieron un golpe de Estado bolivariano”, añade Molina. La coordinadora depuesta en Arganda había planeado un reto en primarias al favorito de los líderes, pero tras ese cambio decidió abandonar Vox. “Era mi última esperanza”, dice Moleón. “Lo que me ha pasado a mí les ha pasado a muchos otros por toda España”, agrega.

Esa cultura de ordeno y mando también perjudicó a los elegidos como candidatos. En municipios como Griñón (10.178 habitantes), donde el partido fue el más votado en las generales con un 25% de los sufragios, sus representantes locales tenían prohibido hablar con la prensa por orden de la dirección nacional. Vox cayó al tercer puesto en las municipales y solo sacó un 10,6% de los votos.Esa censura se sumaba al problema de un partido donde se fía casi todo a los mensajes en clave nacional: patriotismo, antiprogresismo y discurso duro y hosco contra los nacionalismos periféricos. La vida municipal quedaba secuestrada por el relato españolista.

Los dirigentes de Vox han hecho poca autocrítica tras el 26-M, pero durante la campaña, previendo el mal resultado, remarcaron que tienen menos dinero que otros partidos. Vox declinó hacer declaraciones para este artículo.

Funcionamiento “caótico”

Vox es un partido joven que aún está sentando sus cimientos, pero los líderes parecen haber puesto poco empeño en la organización, según fuentes que han trabajado en la sede nacional en la calle Nicasio Gallego.

Describen el funcionamiento interno como “caótico”. Las reuniones se llevan a cabo donde buenamente se puede. El día a día es errático. El partido en Madrid, que orbita en torno a Monasterio y Espinosa, no tiene una secretaría regional ni órganos de dirección. La discusión interna escasea. El comité nacional ni siquiera está dividido por áreas como educación o transporte.

Según estas fuentes, un exceso de confianza se apoderó del partido en los primeros meses del año cuando Vox vivía en la cresta de la ola. En la formación circulaban encuestas muy optimistas. Ningún miembro de segundo o tercer rango del partido asegura haberlas tenido entre sus manos pero todos habían oído de su existencia. La euforia era total. El 14 de marzo, Rocío Monasterio charlaba con dos hombres trajeados en un cruce de calles del barrio de Chamberí. Les decía: “En muchas encuestas estamos por encima de PP y Ciudadanos”.

Ese estado de ánimo pudo contribuir a que el partido lo fiara todo a su marca, en lugar de invertir en sus fieles militantes que montaban mesas informativas cada fin de semana. Las deserciones comenzaron tras las generales, cuando muchos se vieron defraudados por un resultado menor a las expectativas generadas por los líderes.

En un manifiesto, nueve militantes veteranos, entre ellos Juan Luis Jara, que fue vicepresidente primero de Vox, pidieron el apoyo para el PP diciendo que el partido se había convertido en un «chiringuito» de Abascal.

Los resultados aún peores tras el 26-M, no han ayudado a consolar a quienes han dado a Vox su tiempo y energía. “Hago el trabajo sucio y me dan una patada”, dice un afiliado de un municipio en la región de Madrid que lleva cuatro años en el partido y siente que la dirección le relegó en las listas. “Nos han despreciado totalmente”.

Estrella Mateo, destituida en febrero como coordinadora de Aranjuez, dice que el domingo vio sin esperarlo a Abascal en la plaza de toros local y lo «cogió por banda». Según Mateo, Abascal le preguntó qué tal le había ido a Vox en el municipio de 59.037 habitantes. «Le dije que ya no estoy en Vox y se quedó de piedra. Me respondió que no lo sabía», recuerda Mateo que aprovechó para soltarle una puya: «Pues entérate porque creo que no sabes nada de lo que pasa en tu partido».