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Aquello que la neo lengua denomina “nueva normalidad” forma parte de un conjunto de normas que pretenden aplicarnos y que parecen ser un conjunto de dislates que tienen por objeto fragmentar la sociedad, deprimirnos y dinamitar el flujo normal económico.
 
Hace años que no veo una película. Si me animo la veo con mi madre el próximo finde si está en netflix.
 
Cataluña prohíbe bailar con desconocidos en las discotecas

Es una de las medidas decretadas en el marco de la 'nueva normalidad' como medida para evitar los contagios de coronavirus.

El Gobierno catalán ha aprobado una norma que prohíbe el baile entre desconocidos en locales de ocio. A partir de ahora, después de que el país haya ingresado en la 'nueva normalidad' este domingo, en Cataluña estará permitido bailar en establecimientos de hostelería y restauración o en otro locales de ocio, pero siempre que las personas que participen pertenezcan a un grupo con contacto próximo de forma muy habitual.

Para asegurarse de que las personas del grupo se conocen, el espacio que ocupen para bailar deberá ser reservado con antelación y los integrantes tendrán que registrarse.

Salvo esta excepción, el baile continuará prohibido en las zonas habilitadas para ello en discotecas y otras instalaciones. Estos espacios solo podrán utilizarse para colocar mesas donde los asistentes consuman sentados, manteniendo la distancia mínima de 1,5 metros entre personas que no mantienen contacto de manera habitual o utilizando mascarillas en caso de que no fuera posible.

La patronal del ocio nocturno FECASARM, a través de un comunicado, ha expresado su desconcierto por esta decisión, que han calificado de "repentina", ha reclamado una explicación y ha criticado que se haya tomado sin que haya pasado "previamente por la mesa de trabajo" con los representantes del sector.

 


El confinamiento ha sido duro, más de lo que imaginábamos: el aislamiento, la incertidumbre, el panorama económico que vemos en el horizonte, la nueva normalidad. Todo eso ha dejado secuelas psicológicas que pueden tardar meses en aflorar y que hay que estar preparados para ellas.
 
Brutal agresión de dos vigilantes de Renfe a un hombre que llevaba pañuelo y no mascarilla en Barcelona




Una nueva escena bochornosa ha sido grabada hoy en el transporte público de Barcelona, donde se suceden los vídeos de agresiones de vigilantes a pasajeros durante las últimas semanas.

En esta ocasión el pasajero, que no llevaba mascarilla aunque portaba un pañuelo que le tapaba la cara, ha sido víctima de una violenta agresión por parte de dos vigilantes de Renfe de Barcelona.

En el vídeo se puede ver como el pasajero, primer sorprendido ante lo que estaba ocurriendo, no presentaba oposición a los vigilantes, que empleaban la fuerza para ponerle los grilletes. Además se enfrentaron también a la pareja de la víctima, que lo grababa todo.

Uno de los vigilantes le propina varios golpes en la cabeza durante la detención, algo que ya se está investigando. Desde Renfe han condenado estos hechos y lamentan que algo así ensucie la imagen del resto de trabajadores de la red de transporte público.

Renfe ha abierto un expediente a estos dos vigilantes y no descarta posibles sanciones tras tener constancia del vídeo. El Metro de Barcelona también ha sido testigo de varias agresiones durante los últimos meses, marcados por las medidas en el transporte público por la crisis del coronavirus.

 
La «nueva normalidad»: dictadura sin lágrimas

Por Laureano Benítez Grande-Caballero.- Una de las herramientas básicas de la ingeniería social es el uso del lenguaje de una determinada manera, camuflando acciones malignas bajo un ropaje metafórico pleno de eufemismos, en el cual se refuercen las palabras y se les dan significados diferentes, con el fin de disimular la maldad de las realidades a las que se refieren.

Esta utilización corrompida del lenguaje fue patentada por Antonio Gramsci, el fundador del Partido Comunista italiano, y asimismo el ideólogo del nefasto marxismo cultural, que comenzó con él.

A estas tomaduras de pelo lingüísticas hay que añadir un nuevo palabro, otra de esas expresiones codificadas por el NOM para ejecutar su adoctrinamiento lobotomizador, insertando en las mentes de sus borregos sus mentiras siderales: la «nueva normalidad».

Estas dos palabras juntas forman un absurdo categórico, pues es metafísicamente imposible que una normalidad pueda ser nueva, pues si lo fuese, dejaría de ser normal, pasando a ser una anormalidad manifiesta, pues esas «novedades» se saldrían de las normas, del redil muchas veces milenario que las diseñó y conservó para la posteridad.

Esta «nueva normalidad» se propone en todo el mundo con esas mismas palabras, que se utilizan para proclamar el estado postpandémico de la sociedad, para nombrar de una manera overtoniana el horror orwelliano que quedará tras el virus, de modo que pueda ser digerible y asumible por los rebaños enmascarillados. Fíjense qué casualidad que esas dos palabrejas se usan por igual en todos los países del mundo: o sea, NOM a tope.

Sin embargo, la «nueva normalidad» no se ha inventado ahora, ya que llevamos mucho tiempo sufriéndola, hasta el punto de que, siguiendo el típico mecanismo de la «ventana de Overton» que hace aceptable lo inaceptable, que convierte aberrantes proyectos satánicos en realidades asumidas con naturalidad por los borregomatrix, el marxismo cultural del NOM nos ha hecho ver como normales unas realidades que en sí son absolutamente discutibles.

En efecto, ¿es normal que asesinar a un ser vivo en el vientre de la madre pase a ser un derecho de la mujer? ¿Es normal que se hagan campañas masivas de homosexualización de las poblaciones? ¿Es normal llamar «matrimonios» a grupos humanos que no tienen nada que ver con el matrimonio de toda la vida y la historia, aquilatado por milenios de civilización? ¿Es normal que a la blasfemia se la llame «libertad de expresión»? ¿Es normal que el verano sea un espectáculo demencial de carnestolendas femeninas?… ¿Es normal que muchos borreguitos lleven calaveras en su indumentaria?… ¿Es normal desenterrar cadáveres y profanarlos? ¿Es normal adjudicar el grueso de las ayudas sociales a los inmigrantes, incluidos los ilegales, en detrimento de los compatriotas?… ¿Para qué seguir?

Abatidas las altas torres de la civilización cristiana, arrasadas sus naves, desvencijadas sus eximias creaciones, asistimos ahora a una nueva vuelta de tuerka en la bota malaya que nos empezaron a poner tras la toma de La Bastilla, a una nueva fase en la escalada hacia el NOM, a la que llaman con el eufemístico «nueva normalidad».

Señores luciferinos del pomponé: lo normal es ir con la boca libre, libre para besar, para hablar, para respirar… y para criticar a los gobiernos malditos, por supuesto, así que no nos vengan a decir que ahora la nueva normalidad será ir con la asquerosa y humillante mordaza; lo normal es el codo con codo, la proximidad casi piel a piel con nuestros semejantes, el abrazo, la cercanía… y no es normal estar con la cinta métrica midiendo pies y centímetros; lo normal es que no te tomen la temperatura por doquier, como si fueras un leproso o llevaras escondida en algún sitio la guadaña de la Parca; lo normal es el fútbol con aficionados, no las gradas atiborradas de trampantojos con gritos enlatados; lo normal es ir al centro de trabajo, no el teletrabajo de las narices, destructor del intercambio de opiniones y de la sana relación, debate y análisis de los graves problemas sociales que nos aquejan, fuente de toda creatividad, de la amistad y sentimientos humanos.

Asimismo, lo normal es la enseñanza presencial, no la enseñanza online o webvinars, en las que la figura del maestro, del catedrático o profesor universitario se transforma en una especie de robot o en un bufón cibernético incapaz de transmitir auténtica pasión por los conocimientos por el mérito y el esfuerzo.

Lo normal es lavarse las manos una vez en casa después de un día callejero, no el apocalipsis de desinfección con el que la nueva normalidad pretende machacarnos a cada paso que damos, con unos torrentes de lejías, ozonos y desinfectantes con los que los poderes luciferinos pretenden erradicar cualquier germen con el fin de debilitar nuestro sistema inmunológico.

Normal es ganarse la vida con el fruto de nuestro trabajo, no con las limosnas públicas con las que se quieren conseguir votos y mantener a la gente en la servil dependencia del Estado.

En los actos litúrgicos, señores obispos, lo normal es que no sepulten a los feligreses bajo montañas de desinfectante, que los fieles entren en los templos sin mascarilla ―en los lugares sagrados JAMÁS PODRÁ ENTRAR NINGUNA PESTILENCIA, PORQUE DIOS SANA Y PROTEGE― que los sacerdotes no blasfemen llevando mascarillas.

¿Y qué decir de nuestras fiestas populares? Se reúnen perroflautas para gritar «¡Policía asesina!», y no se puede procesionar en el Corpus, ni correr los sanfermines… hay fiestas que se celebran en septiembre, y no se podrán realizar: ¿Es esto normal?

¿Es acaso normal que nos quieran rastrear a través de los móviles, geolocalizándonos con la excusa de comprobar si hemos estado con gente infectada o en sus cercanías? ¿Es normal que no se pueda poner la palabra «5G» en un vídeo sin que la censura salvaje te lo borre de un plumazo, por «contenido inapropiado»?

Lo normal es ir al banco cuando me da la gana, sin tener que pedir cita previa, obligada para casi todo; lo normal es estar con nuestros semejantes de manera distendida y relajada, no mirando de soslayo si alguno de esos tipos que están cerca me van a mandar al otro mundo con el virus de marras; lo normal es que un pueblo engañado, arruinado, explotado, humillado, idiotizado, se levante alguna vez contra los opresores, contra los corruptos impregnados de azufre que les imponen sus anormalidades, y no lo que tenemos ahora, un carnaval hediondo donde los ganados transitan de acá para allá con la cabeza baja, la mascarilla tapabocas y el alma por los suelos.

«Nueva normalidad» que pronto llamarán «mundo feliz», el título de una novela distópica de Aldous Huxley (1894-1963), en la cual la dictadura se justifica porque «el primer objetivo de los gobernantes es evitar a toda costa que sus gobernados creen problemas». En su obra describió lo que probablemente aguardaba en el futuro, «Una sociedad completamente organizada, la abolición del libre albedrío mediante el condicionamiento metódico, esclavitud devenida aceptable, dosis regulares de felicidad químicamente inducida…»

Huxley habló de un estado policial en el que al pueblo se le arrebatarían sus libertades, cuyos intentos de rebelión serían neutralizados con drogas, propaganda y lavado de cerebro, instrumentos de «la revolución final», que instauraría una «dictadura sin lágrimas», ya que sus víctimas «amarían sus cadenas», totalmente absortos en inútiles trivialidades, con el único interés puesto en mantener su comodidad y el autoengañarse creyendo que todo va bien.

«Nueva normalidad» «Feliz normalidad», donde los medios de comunicación nos venderán entusiastas los versos de Shakeaspeare de los que Huxley tomó el título para su novela, tejiendo una sociedad perfecta bajo la dictadura:

Oh qué maravilla!
¡Cuántas criaturas bellas hay aquí!
¡Cuán bella es la humanidad!
¡Oh, mundo feliz,
¡En el que vive gente así!

Pero, dictadores luciferinos, pueden meterse sus normalidades donde les quepan, porque nosotros queremos vivir, volver a sentir que somos seres humanos, únicos e irrepetibles, hijos de Dios, hechos por Él para la libertad, para la felicidad.

Y, si algo de nuevo queremos en esa normalidad, es que los gobernantes corruptos entregados al NOM se vayan de una vez, al inframundo de donde muchos han salido, a las mazmorras de la cárcel que se merecen… «Nueva normalidad» de un mundo sin psicópatas, sin dictadores, sin corruptos, sin masones, sin comunistas, sin globalistas, sin pederastas, sin narcoterroristas, sin milicianos ni chequistas, sin correveidiles de Lucifer, sin megamillonarios que camuflan sus fechorías con «filantropías»… Una «nueva normalidad» en la que Satanás vuelva al inframundo… o, mejor, que sea exterminado de una vez…

Que así sea, y así se cumpla.

 
Las quiebras de empresas se triplican ya en la nueva normalidad: 435 en junio

El fin del estado de alarma y el inicio de la «nueva normalidad» han traído consigo un gran incremento de las quiebras empresariales. Sólo en lo que marcha de mes de junio, un total de 435 empresas han solicitado el concurso de acreedores al encontrarse en una situación de insolvencia y no poder hacer frente a sus deudas. La cifra es tres veces superior a la registrada en mayo y supera ya incluso las 359 suspensiones de pagos efectuadas en el mismo mes del año anterior. El dato, facilitado a ELMUNDO por Axesor, supone un adelanto de la cascada de bancarrotas que está por venir a pesar de que el Gobierno todavía mantiene las medidas de apoyo para relajar la presión de los acreedores sobre compañías que han perdido casi todos sus ingresos durante los últimos meses.

Un 20% de las insolvencias se registra en el sector del comercio, uno de los más afectados por la crisis debido a la imposibilidad de abrir las tiendas durante los meses de confinamiento. Al comercio le siguen la construcción, inmersa en un túnel de incertidumbre por la caída de las rentas de las familias y la falta de visibilidad sobre el futuro, y la industria manufacturera, aquejada por los recientes anuncios de cierres de grandes grupos como Alcoa o Nissan y el descenso del comercio internacional.

El incremento de los concursos de acreedores se produce todavía bajo el escudo aprobado por el Gobierno durante el estado de alarma para evitar una cascada de quiebras de empresas viables afectadas de manera coyuntural por el coronavirus. Estas modificaciones permiten a las propias compañías no comunicar su situación de insolvencia hasta el 31 de diciembre -cuando la Ley fija un plazo de dos meses- y evita que los bancos puedan iniciar de manera forzosa uno de estos procesos para recuperar la deuda. Además, siguen en vigor otras medidas de apoyo financiero como los ERTE, prorrogados hasta septiembre, y las líneas ICO de financiación con aval del Estado.

Precisamente, mañana caducan las cuotas asignadas por el Gobierno a las entidades financieras para que otorguen préstamos a pymes y grandes empresas afectadas por la crisis con una cobertura pública de hasta el 80%. El Ministerio de Economía ha ido habilitando durante la crisis distintos tramos para conceder 100.000 millones de euros en avales, pero según los últimos datos oficiales disponibles por ahora sólo se han hecho efectivos un total de 58.700 millones.

En el paquete de ayuda financiera se incluyeron también otros mecanismos específicos dirigidos a sectores como el turismo y la automoción, e incluso se destinó un paquete de 4.000 millones para cubrir las emisiones de pagarés realizadas por empresas con problemas en el Mercado Alternativo de Renta Fija. Restando todos estos vehículos, la banca estima que cerca de 32.000 millones en avales asignados por el Estado no han sido distribuidos y tendrán que reasignarse en una especie de repesca financiera a partir del miércoles.

La normativa que regula el plan de ayudas del ICO establece que esta redistribución se hará en función de la cuota de avales concedidos por los bancos durante los últimos meses. Esto limita la competencia entre entidades, ya que la primera asignación se realizó en función de la cuota de mercado en crédito a empresas de cada grupo.

Fuentes financieras explican que los grandes bancos -aunque cada uno a su ritmo- ha ido concediendo los avales entre su clientela habitual y no esperan grandes cambios en cuotas de mercado en lo que sería la primera división financiera. No obstante, hay entidades más pequeñas, filiales de bancos internacionales en España o empresas de pago que no han querido o podido cumplir con su cuota al no disponer de los recursos de los grandes para tramitar de manera rápida los avales y que ahora perderán sus derechos.