Como deja claro la historia, el miedo conduce a regímenes fascistas y totalitarios. Es una fórmula bastante simple. Las crisis nacionales, los ataques terroristas denunciados y los tiroteos esporádicos nos dejan en un constante estado de miedo. El miedo nos impide pensar. El pánico emocional que acompaña al miedo apaga la corteza prefrontal, o la parte del pensamiento racional de nuestro cerebro. En otras palabras, cuando nos consume el miedo, dejamos de pensar. Una población que deja de pensar por sí misma es una población que se deja conducir fácilmente, manipular fácilmente y controlar fácilmente. El miedo no solo engrasa las ruedas de la transición al totalitarismo al cultivar ciudadanos temerosos, controlados, pacificados y acobardados, sino que también se incrusta en nuestro propio ADN para que transmitamos nuestro miedo y sumisión a nuestra descendencia. Estamos en una encrucijada crítica en la historia de occidente y tenemos una opción: libertad o tiranía.