Los 2.800 ojos que vigilan el crimen en Barcelona

Las seis señoras del barrio del Maresme llegan a media tarde al número 44 de la Rambla de Prim. Todas llevan cacerolas y silbatos. Es el decimoquinto día consecutivo que salen a protestar por las calles de Barcelona. Estel, la mayor, camina apoyada en un bastón. Hace unos meses, unos ladrones asesinaron de una puñalada a su hijo al intentar quitarle la cartera. A la jubilada Carina dos chicos le robaron el bolso hace tres semanas cuando salía de casa. La empujaron al suelo y se partió el labio contra un bordillo. Ahora, estas mujeres no sólo salen a manifestarse cada día contra el aumento de la delincuencia en su ciudad. También patrullan las calles y están vigilantes desde las ventanas y los balcones de sus casas. Su arma: el móvil. Graban todo lo que ven desde las alturas. Robos, peleas, menudeo de droga... Y lo envían a los grupos de WhatsApp de las plataformas vecinales -la suya es Sos Maresme y la forman 400 personas- que visibilizan la delincuencia subiendo esos vídeos a las redes sociales.

Las señoras del Maresme forman parte de un Gran Hermano protagonizado por los vecinos de la Ciudad Condal. Según ellos, son más de 1.400 personas aglutinadas en una decena de plataformas. Más de 2.800 ojos que graban todos los delitos que ven. Como dijo el escritor George Orwell: «Hasta que no tengan conciencia de su fuerza, no se rebelarán». Y en Barcelona han unido fuerzas para rebelarse contra la violencia callejera que desborda una ciudad con 635 delitos al día.

«No podemos más. Muchos vecinos se están largando del barrio por miedo», explica Mercedes, la portavoz de la plataforma Sos Maresme. «Ahora todas las imágenes y vídeos de delitos que grabamos se los estamos enviando al regidor del distrito de San Martín para que lo lleve al Ayuntamiento a ver si de una vez por todas deciden actuar y mandar más efectivos policiales». Jaime, un vecino de la plataforma de la Verneda Alta (con más de 300 personas), interrumpe la conversación. «Nosotros también estamos saliendo a patrullar las calles para evitar que se formen narcopisos. Porque muchos de los que estaban en el Raval y que han sido cerrados estos meses se han trasladado a estas zonas más periféricas».

Cristina es una mujer jubilada que desde la ventana de su casa, en el centro de Barcelona, ha grabado una decena de peleas en el último año. «Mira, estos son un grupo de menores golpeándose con palos. Y así todas las semanas», denuncia. A su lado, otro señor enseña el vídeo que hizo el pasado martes de madrugada en el barrio de Santa Caterina, en Ciutat Vella, cuando cuatro chicos se enfrentaron con cuchillos y barras de hierro. Alfonso, que vive cerca del Palau de la Música, también grabó el pasado lunes a un turista que fue apuñalado en la pierna al intentar resistirse a que le robaran una cadera de oro. Las imágenes del hombre desangrado salieron en todos los telediarios.

Alfonso hizo llegar el vídeo a la plataforma ciudadana Helpers, una de las más activas en Twitter, que monitoriza al instante muchos de los sucesos que ocurren en la ciudad. El usuario, Helpers BCN, se activó en mayo con un mensaje acompañado de un mapa: «Narcopiso detectado en la calle de l'Om, 9. Venta de drogas. Actos incívicos y actitud agresiva con los vecinos. Ocupación del piso ilegal». Detrás de esta plataforma hay 150 colaboradores. A la cabeza -y al teclado- cuentan que está un policía local.

«Preferimos mantener el anonimato por seguridad. La mayoría de Helpers participamos en el tejido asociativo de la ciudad y algunos estamos amenazados por narcotraficantes. Preferimos no correr riesgo ni exponernos a un linchamiento digital en las redes», explica la persona que se esconde detrás del perfil de Twitter. Dice que su inspiración fueron los Guardian Angels, los vecinos de Nueva York que hace 40 años decidieron combatir el crimen a pie de calle y que llegaron a sumar más de 5.000 activistas en todo Estados Unidos.

«Paradójicamente, hoy en día, nos encontramos con que en la ciudad de Barcelona se comete un robo cada dos minutos y, según la misma policía de Nueva York, en el Bronx se comete un robo cada cinco. Es por eso, por este aumento de la inseguridad, que nace Helpers, con la intención de combatir, prevenir y visibilizar la delincuencia en las calles. Queremos presionar a la Administración mediante la filtración de hechos delictivos», explican desde la plataforma.

«Colaboramos vecinos de todo el espectro ideológico y afinidades políticas, creo que lo que nos une es que todos somos de clases populares. Somos tenderos, estudiantes, jubilados, padres y madres de familia, activistas del tejido asociativo y, en definitiva, cualquiera persona que tenga acceso a información de aquello que sucede en la ciudad», prosiguen. «Gracias a la colaboración habitual de unos 150 vecinos -y otros cientos que participan por mensaje privado- y a la monitorización de las redes sociales con un sistema basado en Social Media Intelligence, recibimos un gran número de denuncias diarias que, en muchas ocasiones, contienen información relevante y son automáticamente trasladadas a la policía. También contrastamos noticias mediante los canales oficiales de comunicación de Mossos».

50 ALERTAS AL DÍA

Desde Helpers aseguran que les llegan alrededor de medio centenar de alertas cada día y que, las más graves, las comprueban siempre con la Policía autonómica antes de publicarlas. «Definiríamos la situación de Barcelona como una tormenta perfecta. Han fallado los tres pilares de la seguridad: el judicial, el policial y las políticas de seguridad. Además, se le suma la falta de políticas sociales efectivas y la nefasta gestión de la llegada de miles de menores extranjeros [en el primer semestre de 2019 arribaron a Cataluña 1.129 menores no acompañados. Muchos no entran en el sistema de protección y acaban malviviendo en la calle]. La sensación de impunidad transmitida desde el Ayuntamiento, la llegada masiva de turismo low cost y la dejadez en las calles han hecho el resto», sentencian.

La marcha contra la violencia en Barcelona empieza a las 20.30 en el barrio de El Besós y el Maresme. Más de 400 personas -desde ancianos hasta niños con sus padres- se concentran en una ruidosa protesta. Vienen de todas partes de la ciudad. Desde el barrio Gótico hasta la Barceloneta. «Todos juntos para defender nuestros barrios», gritan. Llama la atención el amplio abanico ideológico que se concentra. Hay desde independentistas que portan la estelada en sus camisetas hasta declarados votantes de Vox. Porque la situación de inseguridad que viven todos ha unido a los vecinos de Barcelona. Algo que no había conseguido ningún político desde que surgió el conflicto secesionista.

«El chorizo no pregunta qué ideología tenemos», dice Marc Antón, uno de los portavoces de la plataforma Salvalona, que tiene una empresa de seguridad para proteger a los chiringuitos de las playas de la ciudad. «Muchos de mis chicos no quieren trabajar en ciertas zonas como en la Barceloneta». Otra persona integrada en Salvalona es Elena Allende. «Tenemos que estar todos juntos y luchar para limpiar nuestra ciudad», dice Elena. Su hijo quedó en coma después de recibir una paliza de unos tipos que intentaron robarle.

Dentro de esta plataforma también está el grupo de 40 personas que ha formado la patrulla ciudadana cazacarteristas, que recorre a diario el metro de la ciudad. A la cabeza está la colombiana Eliana Guerrero, que siempre va con su spray de pimienta y el silbato para ahuyentar a los ladrones.

Precisamente, el martes, los Mossos d'Esquadra y la Policía Nacional se coordinaron para hacer una operación contra los carteristas del metro. Con el fin de combatir la delincuencia de la ciudad, ambos cuerpos dejaron sus discrepancias y se aliaron. Llegaron a identificar a 70 carteristas. «Y de todos ellos sólo quedó uno detenido. El problema es que hay que cambiar el código penal para que esta gente no quede en la calle enseguida», protesta un vecino.

Los Mossos reconocieron este agosto que, a lo largo del año, han detenido a un total de 1.529 personas por delitos de robo con violencia, pero que sólo 165 ingresaron en prisión. «Llegamos a donde los Mossos no llegan. No tienen los dispositivos suficientes. Por eso nosotros estamos grabando e informando de cada delito que vemos», defiende un vecino que colabora con la plataforma Helpers.

Desde el Ministerio del Interior admiten que este tipo de delitos ha aumentado un 30% este año en Barcelona (en la Ciudad Condal, con 1,6 millones de habitantes, ha habido 3.549 robos con violencia en el primer semestre de año. En Madrid, con 3,2 millones de habitantes, 2.543 robos). Respecto a los homicidios, ya van por 14. Ocho tan sólo este verano. En la primera quincena de agosto, hubo siete apuñalamientos y dos asesinatos. El último, en la madrugada del día 16 en el distrito de Nou Barris, donde fue acuchillado un hombre durante una pelea.

La marcha multitudinaria de las plataformas de vecinos dura dos horas. Todos coinciden en que la situación de violencia está «fuera de control». El mismo término que usó hace unas semanas la cadena británica BBC en referencia a Barcelona. También el periódico Der Spiegel (Alemania) destacó el aumento de los crímenes, y hasta desde la embajada de Estados Unidos han publicado un comunicado avisando a sus compatriotas del incremento de robos en las zonas turísticas de la ciudad durante este verano. Porque la situación se volvió más internacional cuando una alto cargo del Gobierno de Corea del Sur murió por el golpe que sufrió tras ser atracada por un motorista. También cuando al embajador de Afganistán, Masood Khalili, lo tiraron al suelo para robarle el reloj.

Muchos señalan la pasividad del consistorio que dirige Ada Colau. Para la alcaldesa, los casos de violencia en su ciudad son «puntuales y no una tendencia que se vaya a cronificar», según dijo la semana pasada. Aunque su teniente alcalde, Albert Batlle, ya ha definido la situación como una «crisis de seguridad».

Ya pocos dudan de que haya un gran problema de delincuencia en Barcelona. Por eso los vecinos han formado su particular Gran Hermano. Ellos son los 2.800 ojos que vigilan -y graban- desde sus casas y calles el crimen en la cuarta capital del turismo en Europa.