La mejor cárcel del mundo

Una cárcel en la que los presos tienen las llaves de sus propias habitaciones -porque no hay celdas- y en la que no existen los módulos, barrotes o alambre de espino. Una prisión en la que los reos duermen en bungalows y chalés y en la que disfrutan de un entorno natural privilegiado con granjas y cultivos ecológicos en los que trabajan para ganar un sueldo.

Aparentemente, la cárcel de Bastoy en Noruega no recuerda a una prisión: No existen torres de vigilancia, no hay guardias armados, ni tampoco hay un muro que les impida escapar de su cautiverio. Si hubiese que explicar lo que parece Bastoy, cualquiera diría a primera vista que se trata de un idílico pueblecito en los fiordos de Noruega en el que pasar unas cómodas vacaciones. Sin embargo, se trata del lugar escogido por el estado del bienestar más desarrollado del mundo en el que algunos delincuentes peligrosos -asesinos, traficantes de drogas y atracadores- cumplen su condena en medio de una rutina que mezcla el bon vivant con la conciencia ecológica y el humanismo.

"Empleamos este modelo de cárcel porque es el que está funcionando", asegura por teléfono a FCINCO el Gobernador del penal del Bastoy, Tom Eberhardt. "Si te fijas en la historia de cualquier país europeo, las cárceles con un régimen cerrado no funcionan. La gente entra y sale como criminales", comenta. "Si tratas a la gente con una evidente falta de respeto un año tras otro durante toda su condena", prosigue, "esperar que se comporten bien al salir es como creer en Santa Claus".

Lo cierto es que el modelo de Bastoy parece funcionar. Los exconvictos que han pasado por ésta cárcel cuentan con la tasa de reincidencia más baja de toda Noruega. ¿Su secreto? Enseñar democracia a los reos y educarles desde una filósofia "ecológica y humana".

"Enseñamos a los presos que son parte de la naturaleza. Les explicamos que lo que le haces a la naturaleza, ella te lo devuelve", señala Eberhardt.

La mayoría de los reos trabajan de 8 de la mañana a 3 de la tarde en granjas ecológicas o cuidando de vacas, caballos y ovejas. Los menos afortunados lo hacen en explotaciones madereras o trabajan como dependientes, marineros y cocineros.

Se trata de un sistema en el que los internos tienen libertad de circulación durante la gran mayoría del día y en el que prima el respeto a la intimidad y a la libertad del individuo. En Bastoy, a pesar de estar privados de libertad, los condenados viven, se relacionan y trabajan en empleos cuasi idénticos a los que podría tener un hombre en libertad; el agriucultor siembra y recoge la cosecha, el ganadero cuida de las reses y el chef se desenvuelve hábilmente entre cuchillos y fogones.

-¿Entonces los presos tienen acceso a cuchillos?

-A cuchillos, a hachas, a motosierras...

La explicación de Eberhart puede parecer surrealista. Sin embargo, el acceso a herramientas que cualquier institución penitenciaria considera objetos peligrosos no se traduce en altercados violentos. La estadística lo avala: en 30 años de historia no se ha registrado ni un sólo incidente violento en Bastoy.

Formación y salarios
Los presos que no quieren trabajar dedican su jornada laboral a estudiar. El estado noruego cubre gratuitamente desde la formación elemental a estudios universitarios.

"Independientemente de si estudian o trabajan, los internos reciben una paga diaria de unos 6,5 euros. Además, cuentan con una asignación extra los fines de semana de 20 euros", indica Eberhardt. "Con este dinero, los reos deben comprar en el supermercado su desayuno, su comida y artículos como paquetes de tabaco. El único sustento que la prisión proporciona a los presos es la cena", recalca.

El objetivo de fondo es que los presosaprendan responsabilidad y se entrenen para una vida en libertad. "Todo hombre va a ser liberado en algún momento. Si preguntas a cualquiera, ya sea en Oslo o en Madrid, nadie quiere tener un vecino que haya estado en una prisión de máxima seguridad", asegura Eberhardt que, en definitiva, busca simular una sociedad moderna desde su cárcel.

Una visión vanguardista de la reinserción que pasa por confiar en el penado y enseñarle democracia y responsabilidad. "Hemos formado la Asamblea de la Isla, que está formada por un 50% de presos y por un 50% de guardias a mi cargo", comenta Eberhardt. "Se emplea para tomar decisiones del tipo: ¿debemos cambiar el régimen de visitas? o para decidir sobre si superhabit presupuestario del supermercado se emplea en equipos del gimnasio o para otras cuestiones", explica.

Las visitas, y cualquiera que quiera entrar o salir de esta isla prisión, llegan a través de un barco que conecta la cárcel con la tierra firme. "El ferry está operado por tres personas: el capitán del barco, que es uno de mis hombres, y por dos marineros, que son reos que están cumpliendo condena", indica. Un empleo por el que los presos obtienen una doble titulación en marinería emitida por el gobierno de Noruega y por la administración municipal.

¿Qué impide a estos dos hombres amotinarse, reducir al capitán y escapar haciéndose con el barco? Nada y todo, al mismo tiempo. Nada porque el guardia no lleva armas de fuego y todo porque se trata de hombres que se encuentran cumpliendo la última parte de su condena y un intento de fuga supone automáticamente ser enviado a una prisión con régimen más estricto y con un mayor nivel de seguridad.

Lo habitual es que los internos pasen en Bastoy cerca de los tres últimos años de su periodo de reclusión. Al encontrarse en la parte final de su vida penitenciaria, es habitual que los reclusos disfruten depermisos penitenciarios de hasta un mes en el que pueden abandonar la isla de vacaciones e ir acostumbrándose a la vida en libertad.

Sin embargo, Bastoy cuenta con un nutrido historial de fugas a lo largo de sus 30 años de historia. "Aproximadamente, se escapa un preso cada cinco años. En cambio, esto no es muy habitual porque está mal visto entre el resto de los presos. Piensan que es algo absurdo", asegura el director del penal. En el último escape, hace ya un lustro, un reo se fugó empleando una tabla de surf para llegar a tierra firme, que sólo se encuentra a un par de kilómetros de la costa de Bastoy. En el resto de los casos, los internos suelen escapar a nado. Un modus operandi lógico teniendo en cuenta que los presos pueden nadar en la playa durante su tiempo de ocio.

"¿Mucha gente me pregunta cómo esto puede ser una cárcel? ¿Cómo puede ser esto un castigo? Según la constitución Noruega, la única pena para los condenados a prisión debe ser la privación de libertad y aquí la gente siente realmente que se encuentran privados de libertad", concluye.

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Las cárceles no deberían existir, como ocurre en Star Trek, los delincuentes deberían ser tratados como enfermos y recibir terapias.