El retorno del cassette, un fenómeno que sorprendió hasta a su inventor

Apareció en los sesenta, generó una revolución y quedó en desuso hacia finales de los noventa. Tras el retorno del vinilo, las cintas ahora vuelven a valorarse, editarse y a cotizar en el mercado.

“El comunismo no funciona porque a la gente le encanta poseer cosas”, dijo en una oportunidad el lúcido Frank Zappa. El músico tenía razón en ambas cuestiones. Pero lo que seguramente no se imaginaba al momento de su muerte, hace casi tres décadas, es que las cintas que comenzaban a pasar de moda por aquellos días reencarnarían para darle vida a un retorno triunfal. Como ocurrió con el vinilo, hoy instalado nuevamente y de manera absoluta, el retorno del cassette ya es un hecho.

En octubre del año pasado, publicamos en PanAm PostLa lección económica del regreso de los discos de vinilo”, repasando las cuestiones teóricas de la economía, que existen detrás del no planificable universo de las preferencias individuales de la gente. Esas que solo puede interpretar el mercado libre y que la escuela austríaca explicó tan bien. Sin embargo, en la actualidad otro fenómeno retro estaba teniendo lugar en el mundo. En el Reino Unido, durante 2020, se vendieron más cassettes que en 2003, al momento de su (¿transitoria?) desaparición. El mismo patrón que se registró con los LP, que tuvieron su último año de hegemonía en 1986, pero que hoy cotizan más que nunca. No solamente se coleccionan y escuchan, sino que generan una especie de devoción en su público fiel.

Antes de la explosión del año pasado, algo ya se presentía que estaba por ocurrir. Las ventas de cassettes en Estados Unidos habían crecido un 35 % en 2017 y un 23 % en 2018. Pero este hecho que tomaba cada vez más consistencia, parecía estar limitado al viejo coleccionismo, a contadas reediciones y unos pocos lanzamientos en el formato.

Al día de hoy, los artistas se dieron cuenta que el negocio ya no es solo digital, por lo que lanzan sus producciones también en compact disc, en cassette y en vinilo. Como hace treinta años, cuando coincidieron en simultaneidad los tres formatos. Eran los días de la agonía del vinilo, la lucha por la supervivencia del cassette y el apogeo del compact disc, que nunca terminó de morir, pero que, curiosamente, por ahora despierta menos fetiche que sus dos predecesores.

La sorpresa e incomprensión de su inventor

Lou Ottens, ingeniero holandés responsable del invento que hizo más portátil y económica la música, murió en marzo, a los 94 años, en medio del inesperado resurgimiento de su creación. En varias entrevistas durante sus últimos años de vida se mostró sorprendido por la vigencia que tenía su invención, presentada al público en Berlin en 1963. “Nuestro objetivo era trabajar en una grabadora de bolsillo, por lo que el invento debía caber en el bolsillo lateral de mi chaqueta”, explicó el responsable que trabajaba para la Philips. Su producción comenzó en 1964, pero explotó en 1969, luego del lanzamiento de un catálogo de Mercury Records.

En una de sus últimas declaraciones públicas, honrado, pero tomando distancia de un fenómeno que no podía comprender, Ottens dijo que el revival del cassette era “absurdo”. Claro, él pensó en un formato que sea más transportable que un long play, económico y regrabable. Ideó un invento revolucionario desde la lógica. Pero lo que lo trajo de vuelta no fue nada de eso, sino la nostalgia. Y eso no se lo puso Ottens al producto, se lo aportó la gente que hoy quiere elementos, entre sus más preciadas pertenencias, que representen un símbolo de complicidad asociado a tiempos más juveniles.