«Voy directa al grano: voy a morir en un máximo de 10 días. Después de años de duelo, mi lucha termina… Seré liberada porque mi sufrimiento es insoportable». Fueron las palabras de despedida de Noa Pothoven en Instagram. La joven holandesa, de 17 años, fallecía en su casa con la ayuda de una «clínica para el final de la vida».

Pothoven fue violada por su primo cuando era una pequeña, episodio tras el que sufrió un trastorno de estrés postraumático, depresión y anorexia. Escribió una autobiografía llamada «Ganar o aprender» sobre sus batallas contra las enfermedades mentales tras ser violada a una edad temprana. Dijo que quería que su libro ayudara a jóvenes vulnerables que luchan por la vida. Noa consumó su suicidio en el salón de su casa, ante la complacencia de sus familiares que se despidieron plácidamente de ella.

El caso ha reabierto el debate sobre la eutanasia. Holanda fue el primer país europeo en legalizar esta práctica. La ley entró en vigor en abril de 2002, considerando legal la intervención directa y eficaz del médico para causar la muerte de un paciente que sufre una enfermedad irreversible o que se encuentra en fase terminal y con padecimiento insoportable.

Las peticiones de eutanasia en el país las pueden hacer menores de edad, en algunos casos con el consentimiento de los padres (entre los 12 y 16 años inclusive) y sin el consentimiento, aunque participando en la decisión final (entre los 16 y 17 años).

5.516 personas solicitaron y recibieron la muerte asistida en Holanda en 2015. 56 de ellas padecían trastornos psiquiátricos. El denominador de estas personas es que todas eran de raza blanca. En 2016 se practicó la eutanasia de forma oficial a unas 6.091 personas, un 10% más que en 2015, lo que significó que el 4% de las muertes en el país durante ese año se debieron al suicidio asistido. En 2017 hubo 6.585 casos y, en 2018, los médicos neerlandeses aprobaron un total de 6.126 solicitudes, 459 menos que en 2017 y de las que casi dos terceras partes (4.013) se debieron a un cáncer.

Antes de Noa, cuya muerte ha sido prácticamente un acontecimiento público en Holanda, otros casos también llamaron la atención del mundo y pusieron el foco en una medida polémica.

Aurelia Brouwers

Aurelia Brouwers, de 29 años, fallecía por eutanasia en enero de 2018. No era una enferma terminal, pero desde los 12 años tenía una enfermedad mental que le impedía llevar su vida con normalidad, de ahí su decisión.

«Tengo 29 años y he elegido someterme voluntariamente a la eutanasia. Lo he elegido porque tengo muchos problemas de salud mental. Sufro de forma insoportable y no tengo esperanza. Cada aliento que tomo es tortura», dijo la joven en una grabación días antes de morir.

Sus últimos días, además, fueron grabados por una cadena de televisión holandesa, que la siguió durante dos semanas para retransmitir el final de su vida. «Estoy atrapada en mi propio cuerpo, en mi propia cabeza, y solo quiero ser libre», decía la joven en el reportaje.

Sus médicos habituales no compartían su decisión, por lo que la joven tuvo que recurrir a Levenseindekliniek, la clínica del «fin de la vida», en La Haya, donde encontró el respaldo del sanitario que le sumistró el veneno.

Mark Langedijk

Mark Langedijk, de 41 años y padre de dos niños, decidió que la única solución para acabar con su sufrimiento era la eutanasia, falleciendo en 2016, tras una inyección letal, en la casa de sus padres en Holanda. Langedijk era alcohólico. Había asistido a 21 sesiones de rehabilitación en los últimos ocho años, pero perdió la esperanza.

Según relata su hermano mayor, el periodista Marcel Langedijk, «cuando Mark se dio cuenta de que necesitaba ayuda, el alcohol ya lo había atrapado. Nunca lo soltó».

Respecto a la despedida con su hermano, Marcel explicaba que «estábamos llorando, diciéndonos que nos amábamos, que nos cuidaríamos unos a otros, que nos volveríamos a ver…».

 
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El futuro pinta bien
 

Seducción por la muerte y licencia para matar: siguiendo el mal ejemplo de Holanda​

Mientras en los países en vías de desarrollo las muertes por hambre, pestes, enfermedades y otras causas evitables son, para vergüenza del mundo, la nota común, en los países llamados desarrollados se promociona la muerte a petición, en forma de eutanasia en cualquiera de sus modalidades y el suicidio asistido. En los países “avanzados” se ha ido perdiendo el sentido moral de la conservación de la vida, y casi todos disponen de leyes que despenalizan o legalizan la eutanasia. Desde que Holanda inició la pendiente resbaladiza, la bola se hace cada vez mayor y se desliza a mayor velocidad hacia el precipicio. Por eso cuando los antivida, partidarios de lo que eufemísticamente llaman “muerte digna”, ponen a Holanda de ejemplo solemos decir que “ejemplo sí, pero un mal ejemplo”.

La Corte Suprema de Holanda despenalizó la eutanasia en 1984, pero, en teoría, solo podía practicarse en casos puntuales. Su aplicación requería cumplir unos requisitos; entre ellos, se exigía que los médicos informasen de los casos en los que se ponía fin a la vida de un paciente sin su consentimiento.

La Real Sociedad Holandesa de Medicina (KNMG) no estaba de acuerdo con la elaboración de estos informes, “pues el médico no quedaba exculpado automáticamente” y era necesario investigar cada caso. Esta laxitud de la ley ha impedido que se conocieran las cifras de muertes por eutanasia y suicidio asistido. A partir de la modificación de la ley en 1993, se estipuló que, en los partes, los médicos debían atribuir estas muertes a “causas no naturales” y así se daba seguridad jurídica a los ejecutores.

La Real Sociedad Holandesa de Medicina y los tribunales establecieron tres requisitos que los médicos debían seguir en un caso de eutanasia:

1) Voluntariedad, es decir, manifestación del deseo de morir, reiterada y conscientemente ante testigos.

2) Sufrimiento intolerable sin perspectivas de mejora y recuperación, tanto para la eutanasia activa como en el suicidio asistido.

3) Los puntos anteriores deben ser corroborados por dos facultativos.

La ley posterior incluyó la “coacción mental”, en virtud de la cual el médico podía poner fin a la vida de un enfermo sin su consentimiento, quedando el médico exculpado, ya que “el consentimiento del paciente al que se da muerte es irrelevante en ese tipo de defensa”.

Tras la despenalización, suele haber un periodo de acostumbramiento médico y social, que precede a la legalización. Así, en el 2002, la eutanasia fue legalizada en Holanda. Es una ley amplia completamente al servicio de la eliminación de la vida. En el bello país de los tulipanes, los molinos y los canales se puede pedir la muerte por el único motivo de no desear vivir. Uno de los puntos más controvertidos de la ley es el derecho que se otorga a los jóvenes, mayores de dieciséis años, a solicitar la eutanasia.

Estipula la ley que una comisión a posteriori debe juzgar si la eutanasia se practicó conforme a derecho, cosa prácticamente imposible de probar, salvo en casos flagrantes. No existe la certeza de que un enfermo pida la muerte conscientemente. Hemos manifestado en diferentes escritos que cuando un enfermo pide la muerte, lo que está demandando es otra cosa. En algunos casos, tampoco existe la certeza de que no existan posibilidades de mejora.

Holanda fue de menos a más. Después de varios años de experiencia, está probado que los protocolos no se respetaban y la ley era burlada por sistema. Es de sobra conocido el caso del doctor P. A. Voute, pediatra especializado en oncología, que admitió públicamente haber proporcionado fármacos letales a adolescentes, en muchas ocasiones, sin el consentimiento de sus padres; o el del anestesista P. V. Admiraal que les colocaba a los pacientes las dosis mortales al alcance para que se las aplicasen ellos mismos cuando les pareciera. También fueron de escándalo los casos de eutanasia de enfermos de sida, del doctor Hackethal. La triste realidad es que de los miles de personas que mueren al año en el país de los polders, casi un veinte por ciento son ayudadas a morir por un médico y la mitad nunca había manifestado deseo de poner fin a su vida.

La influencia de Holanda ha sido muy negativa para el mundo civilizado. Han promulgado leyes a la medida de los practicantes de la eutanasia y el suicidio asistido. De manera casi general, jueces y fiscales defienden la eutanasia y rara vez un juez dicta una sentencia condenatoria contra un médico. En la práctica, los pacientes no tienen derechos.

Los médicos holandeses rechazan el término “eutanasia involuntaria”, es decir, aquella que aplica el médico motu proprio sin consultar con el paciente o, en caso de imposibilidad, con la familia. Solo aplican el término eutanasia cuando esta es voluntaria.

El informe Remmelink

Con el fin de obtener datos fiables sobre las muertes por eutanasia y suicidio asistido en Holanda, en 1990 se creó una comisión gubernamental liderada por el fiscal general del Tribunal Supremo holandés, Jean Remmelink. El trabajo de investigación que dio lugar al informe que lleva su nombre fue dirigido por el doctor Paul van der Maas, del Hospital Dijkzicht de Róterdam y director del Departamento de Salud Pública y Medicina Social de la Universidad Erasmus de la misma ciudad. El estudio recoge los datos de una encuesta anónima realizada en Holanda por los médicos holandeses después de varios años de haber sido despenalizada la eutanasia en ese país, con el fin de conocer su praxis cotidiana a este respecto. A los médicos participantes se les garantizó inmunidad y anonimato judicial a cambio de información fiel y sincera.

Según este informe, los casos en los que se ha aplicado medicación para acortar la vida del paciente sin conocimiento de este no son considerados como eutanasia. En los casos de eutanasia “real” la medicación actúa rápidamente. Esa es la respuesta de Van der Maas cuando el doctor Hendin le pregunta sobre la clasificación. El informe presenta muchas lagunas e interrogantes. Faltan datos, explicaciones y razonamientos ante algunas de las situaciones, y los que lo han elaborado lo saben. Pero se ha pretendido que los médicos actuasen libremente y sin presión, cosa que no se hubiera conseguido, si hubiera habido preguntas sobre situaciones comprometidas.

Algunas de las razones esgrimidas ante la eutanasia involuntaria fueron: “le faltaba calidad de vida”, “se le retiró el tratamiento pero el paciente no moría”, o “no se le consultó porque resultaba difícil la comunicación”.

Destaca el informe que el 51% de los médicos holandeses consideran la eutanasia involuntaria una opción digna de ser tenida en cuenta, y el 41% de los médicos entrevistados la había realizado. El temor en la sociedad es tal que la “Asociación Holandesa de Pacientes” se encarga de visitar a los ancianos ingresados y lleva un control para evitar que los eliminen. Asimismo, tratan de concienciar a los familiares de la conveniencia de estar al corriente de los tratamientos que les aplican y que, en caso de duda, se consulte con un médico ajeno al centro hospitalario.

En Holanda, muchas personas mayores, cuando se sienten enfermas, no llaman al médico por temor a que prescriba su ingreso hospitalario y acabar en las manos de un desaprensivo que les aplique una sedación terminal. Otros llevan encima una tarjeta antieutanasia en la que declaran estar en contra de esta práctica. El 81% de los médicos de cabecera holandeses ha realizado la eutanasia en algún momento de su carrera profesional.

Muchas personas de edad avanzada huyen al extranjero para evitar los hospitales de los Países Bajos. A la ciudad alemana de Bolcholt, fronteriza con Holanda, llegan muchos mayores holandeses, lo cual ha obligado a que las autoridades alemanas hayan construido un asilo para acogerlos. Prefieren pasar sus últimos días fuera de su país, que vivir con miedo a la eutanasia. Es lamentable que el temor colectivo de los ancianos y su reticencia a acudir a los centros hospitalarios haya propiciado la creación de centros de salud en las fronteras.

La aceptación de la eutanasia en Holanda ha ido creciendo en los últimos años. De la misma manera que el ser humano se hace insensible a la violencia tras visionar imágenes violentas, reales o filmadas, las sociedades se hacen más permisivas cuando viven bajo regímenes o leyes que defienden actos condenables. Ocurre con el aborto y la eutanasia en las modernas sociedades, en las que no solo se acepta que un médico ponga fin a una vida, sino que justifican que a un anciano no se le prescriba o se le prive de determinados tratamientos.

En Holanda, los médicos se niegan a implantar marcapasos a pacientes mayores de 75 años o a tratar de edema pulmonar a ancianos que no tengan familiares cercanos. Arguyen, por un lado, que es del gusto de estas personas morir cuanto antes y, por otro, que no se debe imponer a la sociedad la carga de mantener a los mayores con vida durante mucho tiempo. Desafortunadamente, esta idea está calando en la sociedad. Existe cierta división entre los facultativos en cuanto a si se debe tratar la neumonía a los pacientes con demencia. A los niños aquejados de síndrome de Down se les deja morir.
  1. Keown, The Law and Practice of Eutanasia in the Netherlands, Law Quarterly Review, 1992, pp. 51-78. Citado en Herbert Hendin, Seducidos por la muerte, Ed. Planeta, Barcelona, 2009, p.33.
  2. The Report of the Dutch Governmental Comite on Euthanasia, Issues in Law & Medicine, 1999; 7: 339-44. Citado en Aproximación al enfermo terminal y a la muerte, Manuel Sureda González, Doctor en Medicina. Especialista en Oncología Médica.
  3. Amo Fernández, Magdalena del, La dignidad de la vida humana. Un análisis político y social, La Regla de Oro Ediciones, Madrid, 2012.
 
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"Veterana discapacitada del ejército canadiense paralímpica crítica al gobierno por ofrecerle la eutanasia cuando se quejó del tiempo que tomo instalar una salvaescaleras en su casa" dijo Daily Mail... también en la Alemania nazi los desvalidos y enfermos eran sacrificados!

 


Eutanasia en Canadá: un proyecto fuera de control

En esta ocasión Alba Lobera expone lo acontecido recientemente en Canadá: la nueva política de fallecimiento digno o muerte asistida, pareciera salirse de control. Algo impuesto y extremadamente naturalizado que, desde lo que sería un doble rasero, se ha convertido en un arma autodestructiva. La última palabra la tienen ustedes.
 
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Funeraria canadiense amplía servicios para incluir alquiler de salas para suicidio asistido

Matar ahora se ha convertido en un 'negocio' en una funeraria de Quebec que ofrece espacio para llevar a cabo la eutanasia por una tarifa mínima de 700 dólares.

La funeraria alquila una habitación privada por un mínimo de $700 en la que el personal médico puede quitarle la vida al ser querido de una persona mediante la eutanasia. Las habitaciones, dijo Baker, son para aquellos que buscan realizarse el procedimiento fuera de un hospital.

El costo real de la eutanasia está cubierto de forma gratuita por el seguro médico de Quebec.

Las muertes por eutanasia se han disparado en Quebec desde que se legalizó la práctica en 2016, pasando de 63 en 2016 a 3663 en 2021-2022. Eso convierte a Quebec en la provincia con la tasa más alta de eutanasia en Canadá, y solo el gobierno de la provincia gastó casi $ 6 millones en el procedimiento.

 

El Tribunal Constitucional da vía libre al gobierno para que se aplique la eutanasia a discapacitados tutelados​

Vivimos bajo el yugo de un estado y de un sistema que ha logrado convencer a gran parte de la población de las “bondades” de la muerte a través de ejemplos como el aborto y la eutanasia. Cuando se habla de aborto, de que una mujer acabe con la vida de su propio hijo, esto se nos vende como “derecho de la mujer” y cuando se habla de eutanasia, se nos vende como muerte digna. La cultura de la muerte en todo su esplendor y el desprecio por la vida, en la mayor parte de los casos incluso de la vida de los más débiles.

A propósito de la Ley de Eutanasia, promovida también por este gobierno miserable de Sánchez, la Comunidad de Madrid había decidido imponer la obligación de recabar autorización judicial cuando se tratara de aplicársela a las personas con discapacidad tuteladas.

Dentro de la absoluta locura de esta ley, la medida de la Comunidad de Madrid parecería lógica si tenemos en cuenta que, en casos como los de las personas con discapacidad tuteladas, no serían ellos mismos quienes pidieran su aplicación, sino sus tutores.

Pero el gobierno recurrió esta decisión de la Comunidad de Madrid ante el Tribunal Constitucional y este tribunal que, como ya sabemos, preside Conde Pumpido y que es absolutamente dependiente del gobierno de turno, ha decidido dar la razón al gobierno de Sánchez y suspender la decisión que había tomado la Comunidad de Madrid. ¿De quién depende la Fiscalía? Pues eso…

Es decir, la vida de las personas con discapacidad tuteladas depende de la decisión de su tutor, no de una decisión propia, con lo que ya no estaríamos hablando de una eutanasia, tal y como se nos ha vendido. ¿No parece, más bien, un asesinato?

 

Activistas denuncian un auge en el número de muertes asistidas en Canadá​

Las cifras preliminares del año fiscal 2022 muestran el crecimiento de un 35 % en las eutanasias autorizadas por el Estado.

Las muertes asistidas en Canadá experimentaron un auge el pasado año fiscal y, probablemente, establecieron un récord, según estimaciones de la Coalición para la Prevención de la Eutanasia compartidas este viernes en un artículo de The Trumpet.

El reporte indica que aunque las autoridades de salud del país no darán a conocer su recuento oficial durante algunas semanas más, las cifras de la organización muestran que hubo 13.500 casos de muertes asistidas en las provincias de Alberta, Ontario, Nueva Escocia y Quebec, lo que representaría un aumento del 35 % respecto al año fiscal anterior —donde se registraron 10.064— y un máximo histórico.

Solo en la provincia de Quebec, la eutanasia representó el 7 % de todos los fallecimientos, lo que la convierte en la tercera causa de muerte después del cáncer y las enfermedades cardíacas.

Un sondeo llevado a cabo por el Instituto Angus Reid muestra que las muertes asistidas autorizadas por el Estado cuentan con bastante aceptación pública. Así, 6 de cada 10 canadienses apoyan que las personas con alguna condición médica grave e irremediable opten por terminar con su vida de esta manera. La misma encuesta también estableció que 3 de cada 10 ciudadanos apoyan la muerte asistida para personas con trastornos mentales.

Otra investigación separada de la empresa Research Co. encontró que un cuarto de la población considera que no tener hogar o vivir en la pobreza son criterios válidos para recurrir al procedimiento.

Por su parte, el director de la mencionada coalición, Alex Schadenberg, señaló el miércoles al periódico Daily Mail que las tasas de eutanasia se están "disparando" debido a su "fuerte promoción" en el sistema sanitario de Canadá.

"Cada institución sanitaria importante tiene un equipo de asistencia médica en caso de muerte que literalmente se acercará a todos los que puedan optar por la medida y les preguntará si quieren morir", explicó el activista. "Si vas a pagarle a la gente para que esté en un equipo de muerte asistida, venderán lo que están ofreciendo", agregó.

El activista Daniel Zekveld argumentó que Canadá ha desarrollado "uno de los regímenes de eutanasia más permisivos del mundo" y ofrece cada vez más este procedimiento "como una solución fácil al sufrimiento" en lugar de brindar atención vitalista a quienes la necesitan.

Mientras, el grupo proeutanasia 'Dying With Dignity' ('Morir con dignidad') argumentó que la muerte asistida está "impulsada por la compasión, el fin al sufrimiento y la discriminación, y el deseo de autonomía personal".

El Tribunal Supremo de Canadá dictaminó en 2015 que prohibir esta práctica viola los derechos de las personas a la "dignidad y la autonomía". Un año más tarde, se legalizó tanto la eutanasia como el suicidio asistido para personas mayores de 18 años, siempre que tuvieran una condición terminal o una discapacidad que les cause sufrimiento.

Desde entonces, continúa el debate al respecto. En febrero pasado un comité del Parlamento recomendó conceder el acceso al suicidio asistido a "menores maduros", incluso sin el consentimiento de sus padres.

 
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Un hospital general de Vancouver recomienda asistencia médica para morir a una mujer suicida

Al parecer, un médico del Hospital General de Vancouver ofreció (CANADA: Suicidal Woman Recommended Medical Assistance In Dying By Vancouver General Hospital - The Publica) a una mujer canadiense información sobre la Asistencia Médica para Morir (AMM) tras solicitar asistencia médica por ideas suicidas.

Kathryn Mentler acudió al hospital en junio en busca de ayuda profesional para tratar su depresión crónica y sus continuos pensamientos suicidas. El médico le preguntó si había pensado en el suicidio asistido y le dijo que el tiempo de espera para ver a un psiquiatra era extremadamente largo debido al sistema médico "roto" de Canadá.

No es la primera vez que el sistema de suicidio asistido suscita dudas sobre su ética. En 2021, un psiquiatra animó a una mujer de 47 años de Toronto que padecía anorexia grave a evaluar la posibilidad sobre el suicidio médicamente asistido.

¿Queremos esto? ¿El ideal liberal no es más que un engaño literalmente liberticida?